domingo, 24 de mayo de 2009
SUEÑO
Hay mucha gente en una boda. No me invitan. A otros tampoco. Dos mujeres en un cuarto se duelen. Entro yo y veo que están detrás de una cortina, observando como se celebra la boda. Pienso que aunque no haya sido invitada, debo y deseo, descorrer la cortina para decirles ¡Feliz boda! Pero se me adelanta una de las mujeres que tampoco ha sido invitada, entonces decido ir más allá que ella y me introduzco en la cena, aunque no me siento en la mesa sino un poco apartada de ella. La cena es en un local donde el tiempo es cronometrado con precisión. Parece que se ha extinguido las horas contratadas para la celebración. Sin lapso de tiempo, aparece la imagen de la boda fuera del local, bajo toldos y entre mamparas. De modo inmediato, todo el mundo se va yendo y me quedo sola. Veo un niño a mi lado, me doy cuenta de que es mi nieto. Le pregunto a donde quiere ir si a su casa o a la mía. Me parece una tontería preguntarle y pienso que soy yo la que tengo la responsabilidad y la que ha de decidir donde vamos. Estoy cruzando una calle, me doy cuenta de que ya no llevo de la mano a mi nieto y vuelvo sobre mis pasos buscándole. En una calle llena de coches y por encima de ellos, veo a un niño que creo que es mi nieto y le llamo, luego tengo miedo de que se le ocurra acudir a través de los coches. Por fin termina de pasar el tráfico y le tomo de la mano. El me reprocha que le haya abandonado, y le digo que es un despiste. Después de la boda, ya entre los asistentes, empiezo a hablar de lo que debe hacer una mujer. Mi discurso arranca desde la imprescindible y fatal necesidad, para que una mujer quiera casarse, que sin duda es, el necesitar tener una dependencia económica para subsistir. La novia se siente dolida y yo le digo que estaba hablando en general, no en un caso particular (en ese momento recuerdo, que antes de ahora, había hecho estos comentarios en su presencia lo cual le había dolido tanto, que le prometí no volver a cometer ese error). No veo como deshacer el entuerto y observo como se lo cuenta a su marido. El me mira con un odio tan intenso que me sorprende mucho, y me dice: luego si te parece nos vemos en casa de R. y ya verás lo que te va a pasar. Decido aceptar pero tengo miedo...
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