Lo mas barbaro presente en la figura de Sócrates es que este hombre abandonado por las musas conforma el centro erótico de las relaciones del circulo platónico. Sin embargo, si su amor prescinde de la capacidad general de comunicarse, es decir, si su amor prescinde del arte, ¿de dónde viene entonces su eficacia? Viene, es claro, de la voluntad. Sócrates pone el eros al directo servicio de sus fines, y este desafuero se refleja en el carácter castrado de su persona, a lo cual se refiere en última instancia la aversión de los atenienses; y, sin embargo, dicho sentimiento, aunque subjetivamente sea grosero, tiene la razón históricamente. Sócrates envenena a la juventud, es decir, la seduce. Su amor hacia ella no es "fin" ni es eidos puro, sino que sólo es medio. Sócrates es el mago, el mayeuta que obra confundiendo los sexos, condenado inocente que muere por ironía y para escarnio de sus enemigos. Su ironia se nutre del horror, pero Sócrates sigue siendo el oprimido, más aun, el expulsado, el despreciable. E incluso se muestra un poco bromista. El diálogo socrático hay que estudiarlo en relación con el mito. ¿Qué pretende Platón? Sócrates es la figura en que Platón aniquila el mito antiguo, la ofrenda de la filosofia a los dioses del mito, esos que siempre exigen sacrificios humanos. En medio de una lucha aterradora, la joven filosofia, con Platón, intenta afirmarse. Grünewald pintó tan grandes a los santos porque sacó su gloria del negro más verdoso. Y es que sin duda lo resplandeciente sólo es verdadero donde se refracta en lo nocturno; tan sólo ahi es grande, solamente ahi es inexpresivo, sólo ahi está asexuado y empero ahi tan sólo es de sexualidad supramundana. Quien asi resplandece es el genio, el testigo de cada creación realmente espiritual. Él es quien confirma y garantiza lo asexual de su carácter. En una sociedad de hombres no habria un genio; y es que el genio vive por la existencia de lo femenino. Es verdad: la existencia de lo femenino garantiza la asexualidad de lo espiritual en el mundo. Donde una obra, una acción, un pensamiento surge sin conocer esta existencia, surge algo malvado, algo muerto. Donde surge a partir de lo femenino, es superficial y débil Y no atraviesa la noche. Pero donde este saber de lo femenino impera en el mundo, entonces s inace lo propio del genio. Toda relación profunda entre hombre y mujer reposa en el fundamento de esta verdadera creatividad y se encuentra por tanto bajo el genio. Porque es tan erróneo interpretar la conmoción más intima entre hombre y mujer en calidad de amor apetitivo que, de todos los grados de ese amor (incluido el amor de hombre y mujer), el más profundo y grandioso y erótica y miticamente también el más pleno, ese amor que casi es resplandeciente (si no fuera nocturno), es sin duda el amor de dos mujeres. Aún sigue siendo el mayor misterio cómo la mera existencia de la mujer garantiza la asexualidad de lo espiritual. Los seres humanos no han podido resolver esto todavia. El genio sigue siendo para ellos no el inexpresivo, que surge de repente de la noche, sino uno expresivo que vibra y se mantiene entre la luz. Sócrates elogia en el Banquete el amor entre los hombres y los jóvenes como medio del espiritu creador. Asi, de acuerdo con sus enseñanzas, quien sabe está preñado del saber, y Sócrates sólo conoce lo espiritual en tanto que saber y que virtud. Pero el espiritual (aunque tal vez no el procreador) es el que concibe sin por ello quedarse preñado. Igual que para el caso de la mujer la inmaculada concepción es la idea exaltada de pureza, también la concepción sin embarazo es el más hondo signo espiritual que corresponde al genio masculino. Éste es un resplandor. Sócrates destruye eso justamente. Lo espiritual de Sócrates es algo completamente sexual. Su concepto de la concepción espiritual es el embarazo, y su concepto de la procreación espiritual consiste en la descarga del deseo. Esto delata el método socrático, completamente diferente del platónico. El método socrático no es por tanto la pregunta sagrada que espera una respuesta y cuya resonancia en ella revive; sin duda, no posee, como la pregunta erótica o cientifica pura, el méthodos correspondiente a la respuesta, sino que es violento, atrevido e irónico, un mero medio para obligar a hablar: sabe muy bien cuál sea la respuesta. La pregunta socrática impone la respuesta desde fuera, y la va persiguiendo como al ciervo los perros. La pregunta socrática nunca es delicada; es tan creativa como receptiva, pero nunca es genial. Al igual que la ironia socrática que hay en ella, se trata de una erección del saber (permitaseme una imagen tan terrible para algo que es también terrible). A través del odio y del deseo, va persiguiendo Sócrates el eidos, e intenta objetivarlo porque le está negada la visión. (¿Significará el amor platónico un amor no socrático?) A tan terrible dominio de las visiones sexuales en lo espiritual le corresponde, como consecuencia, la impura mezcla impuesta a estos conceptos en el seno de lo natural. El discurso expuesto en el Banquete habla de la semilla y del fruto, de procreación y nacimiento, pero sin distinguidos mutuamente, e incluso presenta en el orador esa terrible mezcla de castrado y fauno. En verdad que Sócrates no es humano, e inhumanamente (como alguien que en verdad no tiene idea de las cosas humanas) avanza su discurso sobre el eros. Pues asi figuran Sócrates y su eros en la escala que cubre el erotismo: el erotismo entre dos mujeres, entre dos hombres, entre un hombre y una mujer, el fantasma, el demonio y, por fin, el genio. La irónica justicia que se le hizo a Sócrates era pues la existencia de Jantipa.
miércoles, 4 de agosto de 2010
SÓCRATES_WALTER BENJAMIN
Lo mas barbaro presente en la figura de Sócrates es que este hombre abandonado por las musas conforma el centro erótico de las relaciones del circulo platónico. Sin embargo, si su amor prescinde de la capacidad general de comunicarse, es decir, si su amor prescinde del arte, ¿de dónde viene entonces su eficacia? Viene, es claro, de la voluntad. Sócrates pone el eros al directo servicio de sus fines, y este desafuero se refleja en el carácter castrado de su persona, a lo cual se refiere en última instancia la aversión de los atenienses; y, sin embargo, dicho sentimiento, aunque subjetivamente sea grosero, tiene la razón históricamente. Sócrates envenena a la juventud, es decir, la seduce. Su amor hacia ella no es "fin" ni es eidos puro, sino que sólo es medio. Sócrates es el mago, el mayeuta que obra confundiendo los sexos, condenado inocente que muere por ironía y para escarnio de sus enemigos. Su ironia se nutre del horror, pero Sócrates sigue siendo el oprimido, más aun, el expulsado, el despreciable. E incluso se muestra un poco bromista. El diálogo socrático hay que estudiarlo en relación con el mito. ¿Qué pretende Platón? Sócrates es la figura en que Platón aniquila el mito antiguo, la ofrenda de la filosofia a los dioses del mito, esos que siempre exigen sacrificios humanos. En medio de una lucha aterradora, la joven filosofia, con Platón, intenta afirmarse. Grünewald pintó tan grandes a los santos porque sacó su gloria del negro más verdoso. Y es que sin duda lo resplandeciente sólo es verdadero donde se refracta en lo nocturno; tan sólo ahi es grande, solamente ahi es inexpresivo, sólo ahi está asexuado y empero ahi tan sólo es de sexualidad supramundana. Quien asi resplandece es el genio, el testigo de cada creación realmente espiritual. Él es quien confirma y garantiza lo asexual de su carácter. En una sociedad de hombres no habria un genio; y es que el genio vive por la existencia de lo femenino. Es verdad: la existencia de lo femenino garantiza la asexualidad de lo espiritual en el mundo. Donde una obra, una acción, un pensamiento surge sin conocer esta existencia, surge algo malvado, algo muerto. Donde surge a partir de lo femenino, es superficial y débil Y no atraviesa la noche. Pero donde este saber de lo femenino impera en el mundo, entonces s inace lo propio del genio. Toda relación profunda entre hombre y mujer reposa en el fundamento de esta verdadera creatividad y se encuentra por tanto bajo el genio. Porque es tan erróneo interpretar la conmoción más intima entre hombre y mujer en calidad de amor apetitivo que, de todos los grados de ese amor (incluido el amor de hombre y mujer), el más profundo y grandioso y erótica y miticamente también el más pleno, ese amor que casi es resplandeciente (si no fuera nocturno), es sin duda el amor de dos mujeres. Aún sigue siendo el mayor misterio cómo la mera existencia de la mujer garantiza la asexualidad de lo espiritual. Los seres humanos no han podido resolver esto todavia. El genio sigue siendo para ellos no el inexpresivo, que surge de repente de la noche, sino uno expresivo que vibra y se mantiene entre la luz. Sócrates elogia en el Banquete el amor entre los hombres y los jóvenes como medio del espiritu creador. Asi, de acuerdo con sus enseñanzas, quien sabe está preñado del saber, y Sócrates sólo conoce lo espiritual en tanto que saber y que virtud. Pero el espiritual (aunque tal vez no el procreador) es el que concibe sin por ello quedarse preñado. Igual que para el caso de la mujer la inmaculada concepción es la idea exaltada de pureza, también la concepción sin embarazo es el más hondo signo espiritual que corresponde al genio masculino. Éste es un resplandor. Sócrates destruye eso justamente. Lo espiritual de Sócrates es algo completamente sexual. Su concepto de la concepción espiritual es el embarazo, y su concepto de la procreación espiritual consiste en la descarga del deseo. Esto delata el método socrático, completamente diferente del platónico. El método socrático no es por tanto la pregunta sagrada que espera una respuesta y cuya resonancia en ella revive; sin duda, no posee, como la pregunta erótica o cientifica pura, el méthodos correspondiente a la respuesta, sino que es violento, atrevido e irónico, un mero medio para obligar a hablar: sabe muy bien cuál sea la respuesta. La pregunta socrática impone la respuesta desde fuera, y la va persiguiendo como al ciervo los perros. La pregunta socrática nunca es delicada; es tan creativa como receptiva, pero nunca es genial. Al igual que la ironia socrática que hay en ella, se trata de una erección del saber (permitaseme una imagen tan terrible para algo que es también terrible). A través del odio y del deseo, va persiguiendo Sócrates el eidos, e intenta objetivarlo porque le está negada la visión. (¿Significará el amor platónico un amor no socrático?) A tan terrible dominio de las visiones sexuales en lo espiritual le corresponde, como consecuencia, la impura mezcla impuesta a estos conceptos en el seno de lo natural. El discurso expuesto en el Banquete habla de la semilla y del fruto, de procreación y nacimiento, pero sin distinguidos mutuamente, e incluso presenta en el orador esa terrible mezcla de castrado y fauno. En verdad que Sócrates no es humano, e inhumanamente (como alguien que en verdad no tiene idea de las cosas humanas) avanza su discurso sobre el eros. Pues asi figuran Sócrates y su eros en la escala que cubre el erotismo: el erotismo entre dos mujeres, entre dos hombres, entre un hombre y una mujer, el fantasma, el demonio y, por fin, el genio. La irónica justicia que se le hizo a Sócrates era pues la existencia de Jantipa.
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