La de los días de lluvia; cuando al mismo tiempo luce el sol. Esa era la luz que le hacia reaccionar siempre de la misma manera. Corrió monte arriba azuzando a los perros que ladraban y mordían la patas de las últimas ovejas del rebaño. Jadeando, llegó a la cueva donde se recostó mirando la luz de cristal a través de la lluvia. Allí apareció aquella belleza, que formando un semicírculo, le dejaba atónito. Como las veces anteriores se dejo arrastrar por esa emoción física a la cual le conducía tanta belleza. Nunca contaría esto a nadie. No tenía palabras
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