viernes, 20 de marzo de 2009
sueño
Me ofrecen un trabajo que me parece mejor que el que tengo y lo acepto. Parece buena persona el que me lo ofrece. Es un militar retirado con principio de alzheimer. Ha escrito un libro que ha dedicado a otras personas. Alguien le devuelve el libro, pero cuando va a mirar la dedicatoria ve que han arrancado la página. (Por estos momentos el militar es una mujer) yo le ruego que me lo dedique a mi y él acepta, busca una pagina libre para dedicármelo y, al principio del libro, encuentra una página en tono verde claro, una página sin letras. Intenta hacer su firma (ahora es un hombre) y descubre que no puede completarla pues se ha olvidado. Lo intenta varias veces y me mira desolado. Me dice que lo que le ocurre es que tiene principio de alzheimer. Se me ocurre que practique la escritura y le ofrezco palilleros con plumillas para que practique. Intento quitarle dramatismo a la situación recordándole el sistema seguido de pequeños: primero palotes verticales luego letras. Le digo que le voy a buscar folios, o si prefiere, cuadernos con guías rayadas. Él prefiere folios en blanco. Como no tengo folios recurro al papel de impresora, pero me doy cuenta que todo el papel de impresora me lo han vendido ya impreso. Le propongo ir a comprarlo a la calle y el me dice que lo haga, y que de paso, le traiga unos cristales (no me dice para que los quiere). En la calle (en la Coruña) me encuentro a alguien y le comento lo contenta que estoy en mi nuevo trabajo, me pregunta cuanto gano y me doy cuenta que de eso no he hablado con mi jefe. Le pregunto al jefe (en un feed back) que cuanto me iba a pagar y él me dice que 90. Sigo en la calle buscando cristales y veo una tienda a lo lejos, donde creo que los conseguiré. Sin transición, estoy en un tren y un caballero me comenta que un ilustre militar en sus buenos tiempos era, además de militar y muy apuesto, un eminente neurólogo, yo le digo que siendo así todas las mujeres estarían chifladas por él, me mira sonriente y echa una ojeada al compartimento por detrás de su hombro izquierdo, mira a una mujer que le devuelve la mirada sonriente y que me dice; no todas estaban chifladas por él. Luego el caballero se mete en su compartimento y se inclina hacia su mujer para besarla, yo veo esta escena, aunque estoy mirando pudorosamente hacia otro lado (Balthus). Llego a la tienda de cristales y el jefe, un viejo casi enano, va a buscármelos por la trastienda. Al rato aparece con unos vidrios craquelados y muy gruesos, tan solo dos con aspecto de ser lo que mi jefe me había pedido. Aun así me pica la curiosidad, y le pregunto como ha conseguido el craquelado y que salgan imágenes (son mujeres como de De Kuning). Me dice que lo ha hecho golpeando el vidrio. Yo quedo admirada por la precisión del golpe. Me empiezo a inquietar por lo tarde que se me esta haciendo y voy en busca de agua embotellada y dudo de si llevarle a mi jefe una de litro o dos pequeñas, pienso que dos pequeñas es mas adecuado, pero me doy cuenta de que, el comprar agua embotellada es un gasto mal enfocado y pienso proponerle a mi jefe que compre una depuradora. La oficina en la que trabajo está situada a caballo, entre la habitación de la parte de atrás de la casa en que nací, en Valladolid y mi taller de pintura.
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